Ablaci¨®n: no, no es un corte nada m¨¢s
En la moderna y cosmopolita Singapur se sigue practicando la mutilaci¨®n genital femenina, un tema tab¨² dif¨ªcil de abordar
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Rizman sol¨ªa considerar la mutilaci¨®n genital femenina como un procedimiento que simplemente ¡°ten¨ªa que hacerse¡±. Su hermana fue sometida a un corte en el cl¨ªtoris cuando era ni?a y, aunque ¨¦l no lo vio, recuerda que sus padres hablaron de ello y la llevaron a una cl¨ªnica para llevar a cabo el procedimiento. Cuando naci¨® su hija, sus padres y suegros le preguntaron a ¨¦l y a su esposa que cu¨¢ndo enviar¨ªan a la peque?a a someterse al Sunat Perempuan ¨Cun t¨¦rmino malayo para referirse a la ablaci¨®n genital femenina, a veces llamada circuncisi¨®n femenina¨C. ¡°Pensamos que era algo que se requer¨ªa como parte de la religi¨®n, y cuando ella ten¨ªa dos o tres meses, lo hicimos¡±, explica Rizman, de 34, un profesional de la comunicaci¨®n que prefiere no usar su nombre real.
Muchos singapurenses musulmanes creen que el procedimiento es una necesidad religiosa. En el Islam los hombres deben estar circuncidados y todav¨ªa existe una creencia generalizada en la comunidad musulmana de algunos pa¨ªses de que las ni?as deben ser sometidas a un procedimiento similar tambi¨¦n cuando son peque?as.
La hija de Rizman ten¨ªa tres meses cuando fue sometida a esta pr¨¢ctica en una cl¨ªnica en 2014. La ni?a estaba acostada en la cama y la m¨¦dico, una mujer musulmana, dijo que se har¨ªa muy r¨¢pido y que ¡°solo se le quitar¨ªa una peque?a parte¡± del cl¨ªtoris. Ella recuerda que todo se hizo de forma higi¨¦nica y que parec¨ªa muy profesional. La mujer pronunci¨® unas oraciones antes de entrar en faena, lo que ayud¨® a hacerle creer que era un requisito religioso.
Con el tiempo, Rizman sinti¨® curiosidad y quiso saber m¨¢s sobre el Sunat Perempuan y por qu¨¦ se realiza. ?l no es una persona particularmente religiosa, pero sabe que el Islam ¡°tiene una raz¨®n muy v¨¢lida para todas las cosas marcadas como qu¨¦ hacer o no hacer¡±, seg¨²n dice.
A medida que la mujer le¨ªa e investigaba m¨¢s profundamente sobre este tema, se sinti¨® cada vez m¨¢s inc¨®modo porque no encontraba respuestas definitivas. Algunas personas comentaban que el corte es una parte obligatoria de la ley isl¨¢mica, a pesar de que no aparece como tal en el Cor¨¢n. Otros opinaban que no es estrictamente necesario y que es una pr¨¢ctica cultural m¨¢s que religiosa.
Rizman lleg¨® a creer que el corte no era un requisito estricto y hab¨ªa sometido a su hija a un procedimiento que era innecesario y quiz¨¢s, en sus palabras, cruel. ¡°Le¨ª en alg¨²n lugar que la parte que se quit¨® a mi hija era para insensibilizar su cl¨ªtoris. Para que no se vuelva promiscua al crecer y tenga un gran impulso sexual¡±, dice. Eso fue perturbador para ¨¦l, porque el destino sexual de su hija estaba sellado y se consider¨® que era potencialmente promiscua cuando era solo un beb¨¦.
Le¨ª en alg¨²n lugar que la parte que se quit¨® a mi hija era para insensibilizar su cl¨ªtoris. Para que no se vuelva promiscua al crecer y tenga un gran impulso sexual¡±, dice Rizman a?os despu¨¦s de haber sometido a su hija a la ablaci¨®n
Para muchas organizaciones occidentales que trabajan en esta materia, cualquier procedimiento que implique la laceraci¨®n o corte de los genitales femeninos se define como ¡°mutilaci¨®n¡±. Algunos describen el procedimiento como ablaci¨®n genital femenina o mutilaci¨®n genital femenina.
Ambas comprenden la lesi¨®n o la extirpaci¨®n parcial o total de los ¨®rganos genitales femeninos externos por razones no m¨¦dicas, y las Naciones Unidas las considera una violaci¨®n de los derechos de las ni?as y las mujeres. Es ilegal en muchas partes del mundo y puede causar problemas a largo plazo con el sexo, el parto y hasta la salud mental de la afectada.
Hay cuatro tipos diferentes de ablaci¨®n genital femenina. Los tipos I y IV son los m¨¢s comunes en el sudeste asi¨¢tico. El tipo I es la extirpaci¨®n parcial o total del cl¨ªtoris o la parte superior del cl¨ªtoris, y el tipo IV es el pinchazo, perforaci¨®n o raspado de los genitales.
No est¨¢ claro cu¨¢ndo comenz¨® este procedimiento en Singapur. Algunos investigadores han teorizado con que la pr¨¢ctica lleg¨® al sudeste asi¨¢tico como parte de la tradici¨®n isl¨¢mica vinculada a la escuela del Islam Shafi¡¯i, pero su difusi¨®n a¨²n no se comprende completamente.
Las musulmanas, que representan alrededor del 7% de la poblaci¨®n (420.000 personas), corren mayor riesgo. Se estima que alrededor del 60% de las malayas del pa¨ªs ya han sido sometidas al corte, seg¨²n una encuesta no publicada realizada por UNICEF en 2016. Estos datos aparecen mencionados en una investigaci¨®n de la activista Saza Radilla: una tesis sobre las complejidades de la ablaci¨®n genital femenina realizada en la universidad Yale-Nus College de Singapur entre 2017 y 2018.
Un tab¨² que mata
Las comunidades contin¨²an realizando el corte a sus hijas porque es algo oculto y un tema tab¨² muy dif¨ªcil de abordar. Como explica Miranda Dobson, directora senior de comunicaci¨®n del Orchid Project, una organizaci¨®n ben¨¦fica brit¨¢nica que trabaja para acabar con la ablaci¨®n genital femenina, algunas personas asumen que esta pr¨¢ctica solo tiene lugar ¡°all¨ª¡±, en alg¨²n lugar lejano, ¡°solo en entornos rurales¡±, ¡°solo en pa¨ªses africanos¡±, o ¡°solo¡± en lugares con pobreza y bajos niveles de educaci¨®n, pero no en una ciudad-estado tan moderna como Singapur.
Sin embargo, la ablaci¨®n es un problema global que afecta a las ni?as, las mujeres y sus comunidades en ?frica, Asia, Medio Oriente y dentro de la di¨¢spora global. El procedimiento ha afectado a mujeres de diferentes niveles educativos, de diferente etnia, clase y geograf¨ªa, dice.
Muchos partidarios de la ablaci¨®n genital en Singapur consideran el procedimiento como un ¡°peque?o corte¡± que no causa ning¨²n da?o a la ni?a. Pero Dobson remarca que si bien algunas personas experimentan consecuencias extremas para la salud, siempre existen algunos riesgos. Por ejemplo, ¡°a menudo puede provocar impactos f¨ªsicos y psicol¨®gicos, como p¨¦rdida severa de sangre, cicatrices, infecciones, trastorno de estr¨¦s postraum¨¢tico y depresi¨®n¡±, remarca ella.
No existe una ley que proh¨ªba el procedimiento en Singapur. Los activistas y las organizaciones que discuten activamente sobre este asunto, se encuentran con el silencio del Gobierno
No existe una ley que proh¨ªba el procedimiento en Singapur. Los activistas y las organizaciones que discuten activamente sobre este asunto, se encuentran con el silencio del Gobierno, seg¨²n se?ala Dobson. Anteriormente, en 2013, el Consejo Religioso Isl¨¢mico de Singapur, el Majlis Ugama Islam Singapura (MUIS por sus siglas en ingl¨¦s), emiti¨® un comunicado en el que dec¨ªa que tanto el corte masculino como el femenino eran obligatorios, aunque toda menci¨®n de la pr¨¢ctica se ha eliminado de su p¨¢gina web.
¡°A ti tambi¨¦n te cortaron¡±
La activista Saza, de 25 a?os, una singapurense que habla abiertamente sobre su historia, descubri¨® solo hace cuatro que hab¨ªa sido cortada cuando era peque?a. En el segundo cumplea?os de su prima, uno de sus familiares se acerc¨® a ella y le dijo que a la peque?a se lo hab¨ªan realizado la semana anterior.
Cuando mostr¨® su indignaci¨®n, una pariente de ella agreg¨® pun kena sunat (a ti tambi¨¦n te cortaron). ¡°Me qued¨¦ boquiabierta. Nunca antes se me inform¨® sobre esto, y no sab¨ªa que me lo hab¨ªan hecho ¡°, dice. Pregunt¨® a sus familiares, quienes insistieron en que era obligatorio y que lo hab¨ªan hecho por su propio bien. No sab¨ªa que las ni?as peque?as fueran sometidas al procedimiento con el consentimiento de sus padres. Su falta de comprensi¨®n, seguida de su indignaci¨®n, la llev¨® a pasar gran parte de su tiempo en la universidad desarrollando la tesis y haciendo campa?a contra el procedimiento.
Una compa?era de la campa?a de concienciaci¨®n que realiza, Sya Taha, fund¨® el grupo Crit Talk, que organiza talleres para alentar a los musulmanes a hablar libremente sobre la pr¨¢ctica. Estos brindan perspectivas cr¨ªticas y m¨¢s informaci¨®n a los padres actuales y futuros para ayudarlos a tomar una decisi¨®n informada. ¡°Puedo decir felizmente que hasta ahora todos nuestros participantes declararon al final de nuestro taller que no lo har¨ªan con sus hijas¡±, dice Sya, agregando que hay una p¨¢gina web con informaci¨®n y foros con discusiones an¨®nimas sobre este tema.
Aunque Rizman ha logrado convencer a su hermana de que no realice el corte a su sobrina, todav¨ªa tiene que poder comentar abiertamente la pr¨¢ctica con otros miembros de la comunidad musulmana. Porque ¡°cualquier tipo de discusi¨®n sobre esto puede resultar en que mi familia sea condenada al ostracismo, se?alada y vista como un ejemplo de una ¡®mala influencia¡¯ en la comunidad¡±, dice.
Rizman no ha tenido una segunda hija, pero sabe con certeza que, si la tuviera, no la someter¨ªa a ning¨²n corte. Pero no cree que el procedimiento deba prohibirse. Una de las razones de la pr¨¢ctica es religiosa, por lo que cree que es una elecci¨®n personal de los padres. Sin embargo, ¨¦l espera una postura firme y p¨²blica del MUIS al respecto. ¡°Deber¨ªan decir si se debe realizar el corte o no, en este momento hay dos posturas. Espero lo ¨²ltimo, porque no creo que a las hijas se las deba hacer esto cuando son reci¨¦n nacidas¡±, opina.
Las autoridades religiosas justifican que si el procedimiento no se puede hacer f¨¢cilmente en Singapur, las familias lo seguir¨¢n realizando a sus hijas de forma clandestina, en lugares donde las condiciones podr¨ªan ser mucho menos higi¨¦nicas y el corte puede ser m¨¢s extremo.
Saza piensa diferente. Ella considera que si las autoridades competentes pueden rebatir las razones con las que se justifica la mutilaci¨®n genital femenina, esta pr¨¢ctica ¡°se considerar¨¢ innecesaria y ya no se practicar¨¢ m¨¢s¡±.
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